martes, 8 de abril de 2014

SADDAM HUSSEIN, ONCE AÑOS DESPUES DE SER DERROCADO

(FOTO: Pepa Roma)
Cuando se cumplen once años del derrocamiento de Saddam Husssein, en otro 9 de abril; y en plena campaña electoral de las terceras elecciones nacionales en Irak, su nombre sirve tanto de bandera a los insurgentes que siguen luchando con las siglas del Baas, como de pretexto al presidente, Nuri Al Maliki, para ajusticiar o eliminar a sus oponentes de las listas electorales. Mientras que al líder iraquí, que se presenta para su tercer mandato, se le compara cada vez más, tanto por suníes como por sus correligionarios chiíes, a Saddam Hussein por los métodos represivos con los que trata de mantenerse en el poder.




El fantasma de Sadam aún sirve para criminalizar cualquier forma de nacionalismo laico pan-árabe, y, por extensión, a todos los suníes. Unos 170 de los 500 candidatos han sido vetados, bajo la acusación de mantener vínculos con el ilegalizado Baas; al tiempo que la escalada de violencia entre facciones se ha convertido en un ensayo de guerra civil que cuestiona la propia viabilidad de las elecciones. Lo que queda del propio Baas libra una guerra de guerrillas dirigido por el hombre más buscado de Irak, Izzat Ibrahim. Las apariciones periódicas del antiguo vicepresidente de Saddam Hussein, vestido con el traje de campaña verde oliva del antiguo ejercito iraquí, como puede apreciarse en videos que envía a las televisiones árabes, sirven tanto para llamar a la lucha contra el ocupante norteamericano como contra Irán, el enemigo secular de Irak, del que considera que Al Maliki es su hombre de paja. Lo que hoy hace decir a más de uno de los que visitó Irak en tiempos de Saddam Hussein que si éste levantara la cabeza, mas que por su estatua despedazada por los suelos, tendría motivo para rasgarse las vestiduras por la montaña de escombros en la que ha quedado el país que quiso construir como monumento a su particular idea de la modernidad. Una preocupación que estaba ya implícita en las palabras del propio Saddam al recibirnos en el Palacio Presidencial a los periodistas españoles, invitados a visitar el frente de la guerra con Irán, en enero de 1983.

 EL CONFLICTO IRRESUELTO CON IRÁN

 "Sólo ahora estamos viendo el verdadero desenlace de la guerra entre Irán e Irak que quedó militarmente en tablas en 1988. Con el gobierno de Al Maliki, un antiguo opositor a Saddam Hussein exiliado en Irán y hoy aliado de este país, el régimen de los ayatollahs ha logrado establecer un arco del chiísmo en el poder que va desde Teherán a Damasco. Es una forma de ganar la guerra que no ha tenido costes para Irán", señala un palestino que trabajaba por esos años en una de las embajadas de Irak en Europa.

"Si algo a favor del tan denostado tirano puede decirse -recuerda el mismo diplomático-, es que quiso hacer un Irak unificado, donde chiíes y suníes, también cristianos, convivían en el gobierno y en la sociedad, sin distinción de credos".
 
Saddam Hussein era un caudillo que gobernaba con mano férrea y distante, tan inaccesible a la prensa como invulnerable a los numerosos intentos de acabar con su vida, y por ello me llenó de sorpresa el día en que, tras numerosas visitas a la zona, el líder nos llamó al Palacio Presidencial. Yo era redactora de El Periódico de Catalunya y, junto con otros cinco periodistas, formaba parte de una de las primeras delegaciones que visitaba el país desde la declaración de guerra a Irán en septiembre de 1980. Pero aquella vez no era la primera vez que pisaba Bagdad.

VANESSA REDGRAVE, LA AMIGA DE IRAK

Mi primer viaje, y también el primer reportaje que había dedicado al país, había sido a principios de 1978, como intérprete de inglés para una empresa catalana, un trabajo a tiempo parcial con el que obtenía algunos ingresos en mi época de estudiante. Saddam Hussein, que entonces era vicepresidente, empezaba a aparecer en los posters callejeros junto al presidente Ahmed Hassan Al-Bakr, como una especie de delfín o hijo putativo de aquel al que iba a derrocar un año más tarde.

El país estaba todavía herméticamente cerrado a la prensa internacional y lo que pude ver de la sociedad iraquí; los lugares que visité y fotografié -desde las excavaciones de la antigua Mesopotamia a los lugares santos del chiísmo- sabía que constituía un buen botín para la periodista free-lance que ya era. De allí salió uno de los primeros reportajes sobre Irak publicados en España, revista Jano en febrero de 1978. Un reportaje crítico con una dictadura de la que se sentía la presencia asfixiante de los guías que te acompañaban a todas partes, pero que haría que en lo sucesivo la embajada de Bagdad en Madrid me invitara a foros o encuentros internacionales donde pude conocer a políticos, expertos y periodistas árabes y europeos, lo que coincidía con el comienzo de una cierta apertura cuando menos de conocimiento del Irak de Sadam Hussein al exterior.

"EL HOMBRE QUE SUMINISTRA EL PETRÓLEO A SUÁREZ"
 
Era la época de un Irak boyante, donde las casas unifamiliares de reciente construcción, los logros en la alfabetización tras la aprobación en 1976 de la ley de educación obligatoria para ambos sexos, o los nuevos ingenieros y profesionales que salían de las universidades iraquíes estaban cambiando el país, y Saddam Hussein se complacía en mostrar los logros materiales de la llamada revolución baasista. Así pude conocer a Vanessa Redgrave en su faceta de activista política, que acudía a uno de esos foros en representación del Partido británico de los Trabajadores, y traerme alguna que otra codiciada pieza informativa para las revistas con las que colaboraba, como la entrevista con el ministro del Petróleo, publicada en Interviu con el título "El hombre que suministra el petróleo a Suárez". También como pude ver la gran simpatía de la que gozaba nuestro país y el lugar mítico en el imaginario colectivo que seguía teniendo para los árabes la recordada Al Andalus, que se expresaba en ocasiones en  los cargamentos de petróleo que donaba graciosamente a la naciente democracia española.

Por lo tanto, cuando en 1983 visitaba Irak por cuarta vez conocía ya bastante de ese país como para saber lo caro que era de ver Saddam Hussein. Raramente aparecía en público y sus declaraciones se daban a conocer siempre por escrito ornamentadas de fotos halagadoramente oficiales, aunque en la época nadie hablara del photo-shop. Recibirnos era una demostración de su afecto por España y de que le importaba la imagen que de su persona pudieran tener los españoles.

EL ENCUENTRO CON SADDAM HUSSEIN

El líder de hieratismo faraónico, sonrisa distante, indumentaria siempre en tonos oscuros y porte severo, con los que aparecía en los retratos, nos sorprendía con un fuerte apretón de manos y una sonrisa más propia de un político decidido a seducir a su público que de un dictador. Llevaba traje de campaña y tenía el color moreno de quien está curtido por los vientos del desierto, la violencia y la ambición desmedida. Si lo hubiera conocido, es verosímil que Lawrence de Arabia lo hubiera convertido en su héroe de campaña. Era el suyo uno de los muchos disfraces del poder, cuando los periódicos locales ofrecían imágenes del líder visitando el frente y a los heridos en la retaguardia, pero no menos revelador del hombre que nos tendía la mano. El presidente de traje y corbata asumía su verdadera función de comandante en jefe y, de paso, prescindía del traje occidental para presentarse con una nueva faceta de sí mismo.

-La presencia del Islam ha aumentado en nuestro país y está disminuyendo en Irán. Allí habrá abjuraciones cuando desaparezca Jomeini, porque su camino no es el del verdadero musulmán - son las palabras de Saddam Hussein que todavía conservo en el cuaderno donde escribí la crónica a mano sobre el encuentro antes de enviarla  para su publicación.

Por primera vez, el hombre del que habíamos leído profusas citas sobre el modelo de estado socialista y laico del Baas se presentaba hablándonos de la importancia de la religión. La guerra exigía la unidad y un adoctrinamiento en lo único que une a todos los iraquíes, el Islam, aunque la mayor parte del país sea chií, como en Irán, mientras que Sadam Hussein y la 'clique' gobernante eran suníes.

-El verdadero Islam, cuando nació, significó un progreso en la civilización, liberó a los hombres y a la mujer y convirtió al esclavo en libre y al hombre de color en igual. El verdadero Islam no es el de Jomeini.

Frente a la bandera del Islam que enarbolaba Jomeini para arrastrar a los iraníes a una cruzada contra Irak, Saddam Hussein se hacía con su propia bandera.
 
-Jomeini engañó a su pueblo pretendiendo que Irán puede establecer un gran imperio amplio con base en Teherán, pero permaneció en el exilio, aquí en Irak, en Najef, y en París, mientras las masas hacían la verdadera revolución en Teherán. Me pregunto si ahora, igual que lo aclamaron millones de iraníes a su regreso del exilio, podría salir solo por calles y pueblos. Ha perdido la revolución porque no la entiende.

“EL CORÁN ES ÁRABE”

El hombre que probablemente más ha hecho en el mundo árabe por mantener a Al Qaeda y otros extremismos religiosos bajo control o fuera de sus fronteras, empezaba a comprender que era mejor integrar los sentimientos del pueblo que reprimirlos.

El país compacto, de casitas bien alineadas, que había querido construir con la bonanza de la renta petrolífera había llevado en solo unos años electricidad, agua corriente, dispensarios y escuelas al pueblo. Pero se veía en peligro precisamente por el sentimiento y la pasión religiosa estimulados por Jomeini durante sus años de exilio entre los chiíes del sur de Irak. Un estado de revuelta y sedición permanente que encontraba su correspondencia en los kurdos, mayoritarios en el norte del país, lo que hace que todavía hoy, más de un opositor a Saddam siga sosteniendo que, a diferencia de la que luego libraría contra Kuwaiit, la guerra contra Irán era una guerra anunciada, a la que Saddam se vió irremediablemente abocado tras la victoria de la revolución islamista de Jomeini, porque de Irán llegaban las consignas sediciosas dirigidas en especial a las ciudades santas de Najef y Kerbala, de antiguo los principales centros de peregrinación chií.

-El Corán es árabe. El Islam nació en el pueblo árabe. La misma lengua de los ángeles y del Señor es el árabe. Los árabes son los que mejor pueden comprender y expresar el Islam.

Saddam, derrotado por el Islam más que por Irán, pretendía ahora combatir a Jomeini en su propio terreno. Reivindicando por primera vez la dimensión religiosa de un socialismo que hasta entonces se había querido secular y laico y, en el nacionalismo árabe, una forma diferente de entender el Islam frente al ideario del enemigo persa.

-En el mundo islámico no es posible una tecnificación de la guerra sin alma, ni empujar a los hombres a una revolución sin una motivación espiritual - era la lección que había aprendido de una guerra que los iraníes libraban como una gran cruzada religiosa.

El dinero con que había querido comprar a su pueblo le había conseguido aceptación y adhesiones, especialmente entre los suníes, pero no tantas como para acallar a los chiíes del sur o a los kurdos del norte, e incorporarlos a la idea de estado compacto y unificado que Saddam quiso hacer de Irak. Desde la primera visita comprendí que estaba en una dictadura, pero no una dictadura donde el terror se desata de forma personal e inconsecuente como en otros países del mundo árabe. Era una dictadura paternalista, que obligaba a todos a observar unas normas un tanto espartanas como para hacer de Irak un espacio cuasi monacal con funcionarios disciplinados y un ejército leal y bien remunerado. La obediencia era siempre recompensada.

EL S.O.S DE SADDAM

Saddam Hussein se presentaba como defensor del "verdadero Islam". Pero también como un hombre que estaba enviando una especie de S.O.S. de ayuda para quien quisiera oírle.

-El coste de la guerra ha sido enorme - nos confesó en un tono franco que no dejaba de sorprender en un dictador.

-¿Veremos en algún momento la paz con Irán? - le preguntó alguno de nosotros.

-Es Jomeini en persona quien se niega a hacer la paz.

Su interés en encontrar una salida negociada al conflicto que él mismo había desatado se había puesto de relieve con el reciente nombramiento de Tarik Aziz al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores. Aziz,cristiano fiel y uno de sus más estrechos colaboradores, estaba en la época particularmente cercano a Francia, que era el principal proveedor de armamento al régimen de Bagdad, así como el artífice de la reanudación de los suministros de la URSS; y, por todo ello, considerado uno de los más hábiles negociadores de Saddam con las potencias.

-Es cierto que se ha elegido a Tarek Aziz  como el negociador más eficaz para dirigir las relaciones exteriores -reconoció Saddam-. Se avecina una gran actividad negociadora.

-¿Quiere decir que pronto podríamos ver el fin de la guerra?

-En las próximas semanas podríamos ver un desenlace, pero no negociado, sino militar, con una matanza de enormes proporciones para ambos bandos - anunció.

Saddam Hussein nos habló de las noticias que tenía de una creciente concentración de tropas iraníes en el frente de Missan, al Sur del país, que se preparaban para desencadenar una ofensiva con la que Teherán pretendía conseguir la victoria definitiva sobre Bagdad. El ataque se esperaba para el 11 de febrero, dia del cuarto aniversario de la revolución de Jomeini.

-¿Temen que con esta descomunal ofensiva, Irán gane la guerra?

-No tememos esa ofensiva porque estamos seguros de poder aplastarla, pero aplastar el gran contingente humano que se acerca puede tener unas consecuencias extremadamente graves, decisivas para que cambie la situación. Y desearíamos evitar ese derramamiento de sangre.

Saddam Hussein no podía reconocer la posibilidad de perder la guerra, pero sabía que tampoco podía ganarla.

-¿Cómo puede cambiar las cosas el gran enfrentamiento que anuncia?

-Pueden ocurrir dos cosas: que se estanque la situación en el frente o que se entre en una mecánica de negociación.

LA GUERRA DONDE NACEN LOS SUICIDAS DEL ISLAM

Saddam Hussein nos recibía después de nuestra visita al frente. Seguramente había querido que viéramos algo por nosotros mismos de lo que ahora nos hablaba. La mayoría de los 15.000 prisioneros iraníes apresados no sólo eran en su mayoría civiles sino adolescentes y hasta niños de menos de diez años, como pudimos comprobar en la visita a uno de los campos de concentración cerca de Kerbala. De los casi mil prisioneros allí recluidos, sólo 110 pertenecían al ejército regular, y el resto eran del llamado Ejército Popular iraní. Muchos de ellos todavía llevaban la camiseta con el nombre de Kerbala, la ciudad santa por la que iban a morir. Según los guardianes del campo llevaban por toda documentación sus "pasaportes para el paraíso", que se entregaban a todo el que se enrolaba voluntario.

A pocos kilómetros de allí, en el frente de Missan, era difícil no ver el miedo con el que esperaban la noche los soldados achicados en sus trincheras mientras te contaban como habían visto caer a su lado a un compañero degollado. No había cañones capaces de parar a miles de niños armados con sólo un cuchillo y su fe. Chicos que se lanzaban a pecho descubierto contra las balas. Miles morían, pero otros seguían reptando de noche por llanos y colinas con solo un cuchillo entre los dientes hasta caer con el mayor sigilo sobre los soldados iraquíes en sus propias trincheras. Era algo que sorprendía al mundo entero que veía por primera vez a jóvenes suicidas adoctrinados para morir por el Islam, en una guerra santa en la que lo único moderno eran las máquinas de muerte.

EL PRINCIPIO DEL FIN DE SADDAM HUSSEIN

Era el principio del fin de un Irak que podía haberse consolidado como un país desarrollado y una sociedad acomodada gracias a las rentas del petróleo. Pero el líder iraquí firmó el armisticio que ponía fin a la guerra en 1988 solo para embarcarse en la invasión de Kuwait, tras la que terminaría siendo literalmente cazado como un conejo en su madriguera. ¿Cómo alguien que había visto y sufrido el horror y la devastación en la guerra contra Irán se embarcaría nueve años después en otra guerra, que retaba a todos los países de la zona tanto como a Occidente?

La invasión fue un fatal error de cálculo, el límite que nunca debió sobrepasar un hombre al que el vacío creado por la desaparición de la URSS había dejado expuesto como un muñeco de feria contra el que disparar. ¿Fue también una trampa? No falta quien atribuye a los mensajes equívocos que recibió Saddam por esos días de sus aliados en Occidente la creencia de que podía permitírselo, metiéndose él mismo en una ratonera, de la que las acusaciones de tener unas supuestas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, sellarían su suerte. El boicot internacional haría el resto, convirtiendo al pujante Irak en un país hambriento y con enormes vacíos de poder en el Estado semiderruido. Unos vacíos ocupados en poco tiempo por facciones de todas clases y tendencias que ninguna fuerza democrática ha logrado aglutinar. Con un balance de un millón de muertos, la mayoría de ellos civiles, desde que Bush decidiera invadirlo en 2003.

Pero todo esto todavía no podíamos saberlo esa mañana de enero de 1983 en la que Saddam Hussein nos recibía en su despacho presidencial. Un hombre de aspecto imponente que todavía tenía tras de sí un país compacto y bien encuadrado; el respaldo de una gran potencia, la URSS; y países amigos desde los que llegaban soldados y voluntarios para combatir a su lado, como los de Egipto.

-Presidente - quiso añadir una última pregunta uno de los periodistas que había estado en el país vecino cubriendo la revolución islámica - me gustaría saber si cuando vuelva a Irán o desde las páginas de mi periódico hay algo que pueda transmitirle al Imán Jomeini de su parte.

Por un momento pensé que nos iban a tomar por espías o enviados del enemigo y ser fusilados allí mismo. Sabía a cuanta gente Saddam Hussein había metido en la cárcel. Saddam Hussein calló, impasible, durante unos segundos, escrutó el rostro del periodista español, y por un instante pareció que estaba a punto de echarse a reír. De ese encuentro todavía guardo una foto que le hice al dictador riéndose de una de nuestras preguntas.
 
(FOTO: Pepa Roma)

 

 

 

 

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